(Texto del pregón de fiestas de verano dado por Cecilio Vadillo Arroyo “Ceci”)
Cuando me propusieron dar el pregón, además de parecerme un ejercicio de gran responsabilidad, he de confesar que me hizo mucha ilusión. A pesar de haberlos dado en otros pueblos, hacerlo en mi pueblo me pareció un reto difícil porque, más allá de los formalismos cariñosos con los que lo he hecho en otros municipios, aquí sólo puedo hacerlo desde los sentimientos, los recuerdos y desde el corazón y no siempre es fácil expresar con la palabra los sentimientos.
Voy a intentar decir brevemente lo que significa El Arenal para mí. Mi pueblo. Siempre les explico a mis amigos y conocidos que cuando hablo de Mi pueblo, hablo de El Arenal.
Muchas son las imágenes y recuerdos que pasaron por mi mente cuando empecé a escribir y que no voy a poder plasmar en mi pregón. Imágenes y recuerdos que podemos separar en tres fases, como la historia de la fotografía: imágenes en sepia, blanco y negro y en color.
La primera fotografía en sepia que yo tengo es la emigración. Yo, como otros muchos del pueblo, nací emigrante, nací español, mi primera lengua fue el español (castellano), aunque sin darme cuenta aprendí el francés en la escuela. Era español como otros muchos que compartían el colegio con nosotros. Todavía conservo una foto del curso 64-65 donde el 25% de los alumnos éramos españoles, éramos extranjeros.
Nuestros nexos de unión en Francia eran los amigos españoles y los familiares españoles que vivían en el entorno; Lacanau, Vendays, Lège, le Porge, Burdeos. Agruparse es un comportamiento natural de personas que se encuentran en un entorno diferente, en un país diferente, donde no manejan la lengua y donde se refuerzan los lazos como colectivo y como grupo, que, en nuestro caso, nos permitía compartir la cultura española y la cultura arenala. También nos unía a España la magia de la radio, donde oíamos los cuentos de Pulgarcito, Garbancito, el diario hablado de las nueve de la noche, Manolo Escobar, los goles de Pirri con la selección española en un partido memorable contra Francia, pero, sobre todo, los goles del Real Madrid (¡cómo no voy a ser del Real Madrid!)
Afortunadamente podíamos mantener algunas de las costumbres españolas sin que nadie, en aras de asumir sus costumbres, nos lo prohibiera, como hacer la matanza y, sobre todo, nuestra gastronomía, el jamón, el chorizo, la tortilla de patatas o el cocido. Lo que me hizo descubrir que donde esté un buen jamón y unas buenas rosquillas que se quite eljamón de York y las crêpes (aunque también estén buenas).
Entonces Burdeos, no digamos Paris, estaba lejos del pueblo. España empezaba en el Puerto el Pico, el pueblo era España. ¡Qué largos viajes con el primer coche de mi padre, un 4/4 de Renault convertido hoy en coche de coleccionistas !. Viajes que se hacían interminables hasta que llegábamos al carril en el que nos aseábamos para llegar relucientes y con buena cara al pueblo.
Para mí eran dos mundos y dos realidades diferentes. Afortunadamente la nuestra ha cambiado mucho, en democracia, en desarrollo, en presencia en Europa y en el mundo. Ya no están lejanas la una de la otra, sino que en la actualidad son dos realidades que viajan en paralelo y comparten un proyecto común que es Europa. Hoy nuestros amigos, nuestros vecinos, no tienen que marcharse al extranjero, sino que ahora son otros los seres humanos que empujados por el hambre, la miseria, las guerras y la falta de futuro vienen a España a tener una vida mejor o, a veces, simplemente una vida. No podemos olvidar nuestro pasado y eso supone un esfuerzo de la memoria porque, como dice Milan Kundera: “el hombre queda separado del pasado por dos fuerzas que se ponen rápidamente en funcionamiento y cooperan, la fuerza del olvido, que borra, y la fuerza de la memoria que transforma”. Y es necesario que seamos testigos del pasado tal y como dice el filósofo Reyes Mate: “el hombre no puede perder la memoria y para eso son muy importantes los testigos, testigos que deben mantener la memoria sin transformarla ni modificarla”.
Nuestros viajes de regreso eran amenizados por las canciones españolas que habíamos oído en verano envueltas de nostalgia y tristeza, porque nos llevábamos los felices momentos vividos y nos quedaba un largo año para volver al pueblo.
En mayo del 68 hubo la revuelta estudiantil en Francia y un día nos tocó salir corriendo con mi madre por las calles de Burdeos. El 20 de julio del 69 Armstrong se convertía en el primer hombre que pisaba la luna y el 30 de junio del 70 mis padres tuvieron la feliz idea de retornar al pueblo. Aquí empieza la foto en blanco y negro. El taxi, el bar, nuestra primera televisión; no fue fácil, entonces no lo fue para casi nadie. La inmigración, junto con el turismo, fue uno de los pilares sobre los que se asentó las expectativas económicas y el desarrollo de la España de los años 60 y 70, expectativas que para los muchos españoles que empezaban a retornar se rompieron en el 73 con la grave crisis del petróleo.
Cuando llegué con 12 años empecé a bajar a Arenas al instituto lo que me permitió no sólo tener amigos del pueblo, sino también de muchos pueblos de la comarca, desde Cándeleda a Casavieja. De los viajes a Arenas, ya lo citó Sandra en su pregón, tengo un recuerdo entrañable para Sotero que nos conducía en ese Ford matrícula de Bilbao que, según me dijo Edu, había sido del Equipo del Atleti de Bilbao. Sotero que me enseñó a jugar al habanero en la barra del bar en largas partidas, interrumpidas cada vez que tenía que servir a un cliente para luego ganarme las copas que entonces, casi siempre, acompañaban al café.
Otro recuerdo entrañable son los partidos de fútbol en la fábrica. Los jóvenes no sabrán ni qué era la fábrica y menos entenderán cómo se podía jugar al fútbol en ese lugar; un espacio pequeño, en cuesta, con la regaera llena de piedras y un cerezo en medio. ¡Lo que hicimos e intentamos para que se secara el cerezo! Pues a pesar de eso jugábamos al fútbol, un juego intergeneracional, chicos de todas las edades, con las tres líneas: el ataque, la media, la defensa y un portero que podía salir.
Tardes maravillosas de fútbol, cómo no nos iba a gustar el fútbol si con un balón malo jugábamos todos juntos, con José Zapatero a la cabeza, que posteriormente con otros jóvenes del pueblo creó el grupo “Los Diamantes”, que llegaron a sustituir en las fiestas a los históricos “Barriguillas”, que todavía vienen a amenizar parte de nuestras fiestas.
La noche. ¡Lo que me gustaba la noche! ¡Lo que me aguantaron algunos, en especial tío Segundo el sereno, al que aprendí a respetar a pesar de lo mucho que le hice rabiar.! Cuando se habían ido ya los veraneantes me decía muchas noches “Venga Ceci, vete a dormir que ya es hora”. Cuantas noches pasé con Tofi, Javi y otros amigos sin encontrar el momento para volver a casa porque la magia de la noche nos tenía envueltos y hechizados. Recomiendo a los que no son del pueblo que se acerquen a una zona oscura, suban a la sierra, o que se tumben sobre las piedras del Charco de la Tinaja y miren al cielo, lo verán con tantas estrellas y tan cerca que les parecerá que las pueden alcanzar con las manos y nadar por la vía láctea en búsqueda de vida en otros planetas que nos confirmen que no estamos solos y que todo el universo es vida.
Podría seguir con infinitos recuerdos, con esas miradas al pasado: las calles empedradas donde jugábamos a hacer pozas, las matanzas, las bodas de una semana, el río, la pista, la primera televisión en color, el cine. El cine en el salón de tío Pitico, donde nos vimos todos los spaghetti western, las de pistoleros, las del oeste (“El Bueno, el Feo y el Malo”, “Por un puñado de dólares” y “La muerte tenía un precio”, “Murieron con las botas puestas”), y las primeras películas de destape (“No desearás al vecino del 5º”). Eso sí, siempre precedido del NODO, supongo que atrasados, tal y como exigía la estética del régimen, siempre con la figura del Generalísimo inaugurando un pantano, en una cacería, en la exhibición sindical del 1º de mayo en el Bernabeu o viendo un partido del Real Madrid campeando, como dice el himno, por España y por Europa. Del cine de tío Pitico heredé mi gran afición posterior al séptimo arte y el hábito de ponerme cerca de la pantalla, porque como la sala era pequeña no teníamos más remedio y, además, al fondo se ponían las parejas, aunque nunca supe para qué.
Luego llegó el cine al aire libre ¡qué afortunados fuimos todos los años que lo tuvimos! y qué triste me puso su irremediable pérdida. Teníamos siempre un espectáculo maravilloso asegurado, una buena película o ese fondo estrellado, lleno de estrellas fugaces, algunas impresionantes largas y luminosas ¡Cuántos deseos pedí y ninguno se me cumplió!
Nunca he perdido ni roto el cordón umbilical, como seguro les ocurre a todos los que están fuera del pueblo, que me proporciona las dosis de arenalismo para sobrevivir, para reencontrarme con los amigos, la familia, con esas raíces profundas ancladas en un pasado duro y difícil que nos ha dado el tesón, la fuerza y la constancia para trabajar y pa seguir palante.
Ya estamos en la foto en color. Sigo enamorado de este paisaje maravilloso, que no deja de sorprenderme. Siempre que llego al pueblo y veo toda esta sierra impresionante, abierta, que parece un póster colgado del cielo que me reconcilia con la naturaleza. Y eso que he aprendido a disfrutar de esa Castilla plana, de la meseta, de esa Castilla de Machado, con sus cambios de colores. Tierras áridas, fuertes, labradas con sacrificio, sus primaveras verdes que rápidamente se vuelven oro y su cielo azul intenso con preciosas puestas de sol y un horizonte lejano que te abre al campo con recia poesía.
No os dejéis envolver por el hábito y la costumbre y no dejéis de disfrutar del entorno. Siempre que miréis a vuestro alrededor decid: “¡qué maravilloso es el paisaje!” Pongámoslo en valor porque eso es lo que hará que lo mantengamos, lo conservemos y que podamos aprovechar nuestra flora y nuestra fauna para dejar a las generaciones futuras este privilegiado espacio natural. Que nadie nos quite ni el río, ni la sierra. Os habéis sentado arriba en La Cabrilla oyendo el silencio del viento y de los pájaros, contemplando ese espacio bajo vuestros pies, ese espacio mágico, lleno de vida, respirando profundamente sin quizás saber ni de donde venimos ni a dónde vamos, pero disfrutando del privilegio de estar aquí. Nuestro entorno, nuestro paisaje, estimula todos los sentidos; el olfato con todos los olores que nos envuelven, de las retamas, pinos, orégano, cantueso, jara, brezo, heno; la vista con los colores de este paisaje cambiante haciendo del otoño una paleta de colores insuperable; el oído con el ruido del agua con las fuentes, ríos y arroyos y, por supuesto, el gusto con los magníficos sabores de todos lo productos de nuestra tierra: las cerezas, las castañas, las cebollas y las judías.
Tengo que decir que soy la envidia de mis amigos cuando ven, además de las cerezas y las castañas, los productos de la huerta de mis padres que con tanto esfuerzo, sacrificio y sobre todo con cariño cultivan. No puedo dejar pasar la oportunidad de hacer un homenaje a los callos de Lorenza que eran un referente gastronómico en el pueblo y que yo sigo teniendo el privilegio y la suerte de degustar de vez en cuando.
Y eso que no soy de los que se miran el ombligo, no. Creo que hay que ser crítico para mejorar y para progresar. No debemos quedarnos en la contemplación nostálgica y autocomplaciente. Debemos trabajar entre todos para conseguir ese desarrollo sostenible del que tanto se habla y muchos no saben qué significa. Para mí es crecer y progresar manteniendo nuestras virtudes, nuestro entorno, nuestra identidad. Tenemos que seguir siendo como hemos sido siempre: emprendedores, amables, cordiales, abiertos, acogedores, simpáticos. Los forasteros siempre se han sentido como en su casa. Tenemos que seguir teniendo un pueblo plural, participativo, tolerante y solidario; valores esenciales que tienen que ser los principios que dirijan nuestros actos y nuestras relaciones en un espacio de libertad, justicia e igualdad lo que repercutirá en beneficio de la convivencia y del bienestar de todos.
En este sentido quiero felicitar y animar a seguir trabajando a todas las asociaciones que trabajan por potenciar la cultura y el deporte como Asenda que nos abre los ojos al mundo desde lo más íntimo de nosotros mismos, Acuda que desde su corta existencia anima la vida cultural del pueblo, a Pedro que ha convertido la carrera popular en una de las Mecas de los corredores de fondo, y a los Motocabras que enseñan el pueblo a los moteros que, os aseguro, todos los que han venido se han enamorado del pueblo y están convirtiendo la Concentración de la Castaña y la Ruta del Cerezo en flor en un referente nacional, a pesar de que siempre tengo que explicar que el nombre no es porque nos guste hacer la cabra, sino que es un homenaje a la Capra Hispánica, joya de nuestra fauna en la Sierra de Gredos.
No quiero que os pongáis tristes, quiero que sigáis alegres y con la sonrisa, que la foto siga siendo en color, porque nunca volveré a tener la oportunidad de agradeceros lo que habéis hecho conmigo, y hoy es el mejor homenaje que le podéis hacer. Cuando gran parte de mi vida se fue con ella, vosotros estuvisteis conmigo, con nosotros, nos acompañasteis en el dolor, en el sufrimiento, en la rabia que te tira de las entrañas hasta arrancarte el corazón dejándolo vacío y sin esperanza, pero vi en vosotros, en vuestros ojos, en vuestra mirada ese dolor sincero y compartido, porque no sólo vosotros llorasteis conmigo, sino el pueblo, las casas, la sierra, el cielo, el alma del pueblo estaban tristes, y vosotros sois el refugio que me protege y me anima, con mi familia, con Elsa buscando juntos los espacios perdidos, los momentos no vividos y los que nos quedaban por vivir. Sara, Princesa en hebreo, está con nosotros hoy en las fiestas, con la sonrisa que tenía el día que le dijeron que iba a ser Dama de las fiestas del pueblo. Quería al pueblo y a su gente con pasión. Ella sólo tenía un pueblo, el pueblo, El Arenal. Como yo, huérfano de alegría, no puedo, disfrutad, reíd, bailad, cantad por ella.
El Arenal es un pueblo al que le gustan las fiestas, fiestas que son necesarias para interrumpir la cotidianeidad de las obligaciones diarias, fiestas que os dan la fuerza y el aliento para seguir trabajando y contribuyendo a mejorar la convivencia entre nosotros.
Un pueblo alegre, un pueblo que no se encierra en sí mismo, que tiene ganas de disfrutar de la vida, que tiene ilusión, ganas de progresar y ganas de mejorar se convierte en un pueblo solidario que os da el impulso para afrontar con ilusión el futuro.
Somos un pueblo al que nos gusta mucho el baile, considerado como una de las primeras artes de la humanidad por el hecho de que ha ocupado un papel primordial en la evolución de las civilizaciones, en unas ocasiones como instrumento al servicio de creencias míticas y mágicas, otras veces, como reflejo y expresión de las costumbres, saberes y preocupaciones de determinadas sociedades y, en fin, como medio de diversión y entretenimiento de las más variadas gentes y clases sociales. En el arranque de las civilizaciones se registró una estrecha relación entre danza, juego y fiesta como manifestaciones naturales de vitalidad y de la expresión humana.
Expresión de esta cultura de nuestro pueblo son las rondas (que yo no voy a cantar, ya lo hizo Sandra) que maravillan a los visitantes y son una de nuestras esencias y seña de identidad que no podemos permitir que se nos vaya, ¡qué las lean y las canten nuestros hijos y nietos! porque si se pierde la ronda una parte de nosotros se perderá.
La fiesta es participación, sin la implicación de todos no tendría razón de ser, porque cada uno es imprescindible para que exista la fiesta en todas sus dimensiones. Tenéis que estar en las verbenas, en las actividades culturales, en los fuegos artificiales porque vosotros sois los que le dais sentido a la fiesta. La fiesta sois vosotros.
Ya voy acabando. Quiero agradecer el honor de dar este pregón y dirigirme a todos mis vecinos y amigos, quizás me eligieron por ser Subdelegado del Gobierno, pero la política es efímera y prefiero que sea por ser CECI, y porque los sentimientos son los que permanecen, son los que están ahí, invisibles, pero son los que unen; se lo dijo el zorro al principito: “no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”.
Quiero acabar dando un abrazo a mis quintos, a mi tía Marina que no puede disfrutar de este momento conmigo y a todos vosotros. Que la noche de San Lorenzo con la lluvia de estrellas ilumine las fiestas y que sigamos buscando la utopía, tal y como decía el antiguo obispo de Palencia, Nicolás Castellanos, que se fue a Sudamérica a ayudar a los pobres, con el que he compartido algunos momentos: “la utopía es como el horizonte que por mucho que andes para intentar alcanzarlo nunca lo alcanzas, pero nos sirve para caminar”.
Caminemos hacia la utopía compartiendo este adelanto de las fiestas del Cristo, estampa que me regaló mi tía Teo y que llevo siempre en el coche.
No esperéis más, disfrutad de la fiesta.
¡Viva El Arenal!